Te espero impaciente,
tu llegada me altera
más que nunca,
más que el primer día.
Salgo a tu encuentro,
tu, un poco indiferente.
Mis palabras se perdían,
mi corazón latía, deprisa,
paso tras paso
entre suspiros y cansancio.
Caímos en un abrazo
un abrazo que llena el alma.
Te llené de besos.
Tu mirada se hizo insistente.
Tus ojos me comían
pero mi mente me decía,
miente como a todas
todo el tiempo,
cada instante.
O es mi mente la que miente,
y me quiere.
Como saber tal cosa?
El corazón no habla,
pero la mirada no miente
y la boca no se equivoca,
cuándo pueden dejar las huellas más sinceras.
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